Del engaño colonial al lobby financiero argentino
La figura del farsante no se agota en Milei ni en la política doméstica argentina, sino que se proyecta también hacia el sistema financiero global. Durante décadas, ciudadanos y lobbistas argentinos han ocupado posiciones clave en el FMI, bancos de inversión y organismos internacionales, desde donde han respaldado las recurrentes aventuras financieras de su país, incluso tras sucesivas crisis y defaults. La política se entrelaza con esta capacidad de “apañar” fracasos. El año 2015, el gobierno de Mauricio Macri intentó forzar la inclusión de Argentina en el índice MSCI de mercados emergentes, llegando incluso a maniobrar para sacar al Perú, un país con estabilidad macro y moneda fuerte, con el objetivo de abrir espacio para una Argentina en crisis. Fracasaron evidentemente, pero el episodio revela la misma lógica que en el caso del embaucador Bohórquez, durante el siglo 17, donde el empleo de engaño, el lobby y la presión institucional busca transformar la debilidad en privilegio momentáneo. La diferencia, no está en alguna posición ética en Argentina, sino en la magnitud del dinero negociado o robado. Ademas, la actuación no se limita al terreno interno, sino que también opera en el campo financiero internacional.