Milei y la política del engaño
En el siglo XVII, un español fugitivo desde Lima, llamado Pedro Bohórquez, engañó a todos en el Tucumán1. A los pueblos calchaquíes se presentó como descendiente de los incas, a los gobernadores españoles de Tucuman y Cordova como fiel vasallo, a los jesuitas como mediador. Cada grupo quiso creerle porque necesitaba hacerlo por dinero y gloria. Gobernó un tiempo como el “Inca del Tucumán”, hasta que el engaño se cayó, por el momento hasta que aparezca el siguiente farzante.
Hoy, Javier Milei repite ese patrón de embaucador político. Durante la campaña electoral, a los libertarios les prometió anarco-capitalismo; a los conservadores, orden y tradición; a los operadores de siempre, dinero y gloria. Su fuerza no está en la coherencia, sino en la contradicción calculada cada máscara es funcional al público que lo escucha.
El truco sigue funcionando ahora como presidente de Argentina, y funciona porque Milei captura afectos, provocando rabia contra la inflación, desprecio por la “casta”, frustración con promesas incumplidas. Sus discursos no son programas, son catarsis. Y en un país con instituciones debilitadas, eso vale más que la consistencia.
Lo curioso es que el engaño ya traspasa fronteras. Donald Trump lo respalda como un “guerrero contra el socialismo global”. Y en EE.UU., figuras como John Bessent al parecer confían en la dupla Milei–Caputo2, imaginando un giro neoliberal impecable, o al menos avasallamiento político (muy devaluado), todo muy extraño a menos que hayan inmensas riquezas por extraer de ese pais. Pero esa confianza externa recuerda a los gobernadores y jesuitas del siglo XVII, porque también ellos quisieron creer en Bohórquez hasta que fue demasiado tarde.
El poder del tramposo es frágil pero se repite. Brilla mientras dure la crisis, y se sostiene sobre la necesidad de engaño. Bohórquez terminó en cadenas. Milei arriesga un destino semejante, en todo caso la historia se repite.
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Piossek Prebisch, T. (1983). Pedro Bohórquez, el Inca del Tucumán, 1656-1659. Buenos Aires: Gente de Letras. ↩