En la historia oficial de Argentina y Uruguay, el gaucho aparece como una figura nacional, rústica y local, nacida de las pampas. Pero esta imagen es una invención del siglo XIX. Detrás del mito, persiste una genealogía más antigua y subversiva: la del sujeto andino desplazado, pastor, desertor y autónomo. Un cuerpo político forjado en los márgenes del orden colonial.

Desde los Andes hacia el sur

Durante siglos, el virreinato del Perú —con epicentros en Cusco, Arequipa y Charcas— expandió personas, caminos y saberes hacia lo que hoy es el Río de la Plata. Mitimaes (poblaciones trasladadas forzosamente por el Estado incaico y luego por el colonial) fueron enviados a fronteras inestables. Muchos de ellos escaparon, se mezclaron y sobrevivieron en espacios donde el poder imperial no lograba imponer orden.

Allí nació una lógica de vida: la deserción como forma de libertad.

El caballo y la autonomía

El caballo, introducido por los españoles, multiplicó las posibilidades de movimiento, pastoreo y resistencia. Según la tesis de Clark Wissler sobre el Horse Complex1, la movilidad equina transforma territorios y subjetividades. En el sur, gauchos, indígenas y afros combinaron lo andino con lo criollo en formas de vida nómadas y autónomas.

De Turner a Spinoza: el sujeto frontera

Mientras que Turner vio la frontera como cuna del ciudadano estadounidense, aquí la frontera es otra cosa: una zona de fuga, no de conquista. Como sugiere Spinoza, lo político no nace del contrato, sino del cuerpo que resiste. El gaucho, como el mitimae, no funda un Estado, sino una forma de habitar sin él.

¿Y el Estado?

Durante los siglos XVI, XVII y XVIII, el Estado colonial nunca logró someter del todo a estas poblaciones móviles. Y en el XIX, las nuevas repúblicas las romantizaron o exterminaron. Así, el gaucho fue domesticado como símbolo nacional, pero su historia real es más incómoda: desertó del poder, vivió en los márgenes y creó su propio orden.

Conclusión

La genealogía del gaucho no comienza en las pampas, sino en los Andes. No es un hombre nuevo, sino un heredero del desplazamiento. Un mitimae reconfigurado. Un cuerpo político que, antes de ser folklore, fue deserción organizada.

Referencia

  1. Clark Wissler. 2014.The Influence of the Horse in the Development of Plains Culture. American Anthropologist 16(1): 1-25. Wiley on behalf of the American Anthropological Association. https://www.jstor.org/stable/659496