Los rastros del virreinato del Perú aún marcan el territorio, las instituciones y la memoria del sur. Durante más de tres siglos, lo que hoy llamamos Argentina y Uruguay no fueron repúblicas ni periferias ilustradas, sino prolongaciones vivas del mundo andino colonial. Dependieron política, religiosa y económicamente del virreinato del Perú, con centro en Lima y en Cusco. Sin embargo, el siglo XIX trajo consigo un mito poderoso: el de la “civilización” nacida en los puertos atlánticos, que avanzó tierra adentro para iluminar la barbarie y la pobreza tierra adentro 1.

Este mito, impuesto por las elites ilustradas y funcional a los intereses británicos, borró la memoria andina de la región del Río de la Plata. Pero la historia no se borra tan fácilmente. Aún hoy, el Perú virreinal persiste —silencioso, estructural— en múltiples capas de la vida rioplatense.

1. En las ciudades, en las rutas y el comercio

La traza urbana de Salta, Córdoba, Jujuy o Montevideo sigue el modelo de las nuevas fundaciones: plaza mayor, cabildo, iglesia y poder eclesiástico centralizado.

Los caminos que unían Córdoba con Charcas o Santa Fe con Potosí se convirtieron en corredores logísticos. El comercio de mulas, alimentos y tejidos tejió una red económica surandina que aún influye en los flujos territoriales.

Muchas provincias del norte argentino y del interior uruguayo, aún arrastran formas administrativas heredadas del Perú: burocracia formalista, centralismo jurídico, lentitud procesal. El “papel sellado” tiene más de limeño que de parisino.

En coplas, cuentos y expresiones orales sobre “irse al Perú” o “venir de allá arriba”, se conservan ecos de una memoria desplazada. La figura del caudillo, del patrón paternalista y del gaucho sin ley no son inventos criollos modernos: son adaptaciones mestizas de antiguas soberanías rurales andinas.

Conclusión: el Perú y el mito atlántico

Los fuertes del norte argentino, así como la campaña libertadora de San Martín, no pueden comprenderse sin la centralidad de Lima como objetivo político y simbólico. El virreinato no fue un enemigo: fue el mapa original. La modernidad rioplatense se construyó negando su propio origen. Pero bajo la superficie atlántica, aún palpita un sur andino, denso de historia, cultura y formas de vida que los intereses mercantiles británicos y sus satelites porteños, no pudieron borrar del todo. Redescubrir lo que queda del Perú en el Río de la Plata no es un ejercicio arqueológico, sino un acto de reflexión histórica. Porque sin Lima, sin Cusco, sin Arequipa (y por otro lado también sin Londres) no existirían ni Buenos Aires ni Montevideo tal como las conocemos hoy.

Referencia

  1. Cecilia M. Argañaraz. 2025. Un organismo viviente. Ingenieros nacionales y obras hidráulicas en Argentina (1890-1930). Runa, 46(1): 225-243 pp. Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. <doi: 10.34096/runa.v46i1.14549>